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- San Lorenzo: Besamanos de la Virgen de la Soledad
- Solemne Quinario y Función Principal al Santísimo Cristo de las Tres Caidas
Discurso del Jarrillo de Lata
Pronunciado al recibir el XVIII Jarrillo de Lata de la tertulia cofradiera «El Museíto», el 23 de marzo de 2007.
Si según la Escritura de ese quinto evangelista colectivo que se llama Sevilla el Verbo se hizo carne y habita en San Lorenzo en la color vieja del Señor, la humilde lata, por estos milagros que sólo en nuestra ciudad por primavera ocurren, se ha tornado plata en este jarrillo, gracias a la generosidad de unos amigos, que no a los méritos de este simple capirotero de la Real, Ilustre, Antigua y Fervorosa Cofradía de la Bulla, hermandad sin más reglas que los ritos, que cada domingo de Ramos estrena sobaduras y se vuelve niña cuando ve el primer nazareno, una hebilla menos, un año más, una nostalgia menos, una tristeza más.
Y la lata del jarrillo del aguaor de la cuadrilla, la que llevaba Rafael el Poeta en la sentina de la caoba antillana del barco carretero del Cristo de la Salud, esa humilde lata, por milagro de Sevilla, se hizo plata: plata de cirial, plata de varal, plata de respiradero; plata de Virgen de los Reyes en la delantera de un palio; plata de vara en el Senatus Populusque Hispalensis de los aires de Roma andaluza; plata de asta de bandera concepcionista con colores de seise; plata de coraza de armao; plata de una soñada Sevilla de plata de bizarrones en una Catedral antigua con Miserere de Eslava, redde mihi laetitia, que vuelva la alegría, porque ya falta menos para que empiece otro año la nostalgia.
Miro ahora este jarrillo de lata y me imagino, como cada día en la cofradía de la nostalgia, esa soñada Sevilla de plata, perfecta, medida, armónica como un palio. Este jarrillo de lata se ha hecho de plata porque en la nostalgia lo lleva junto a un blanco cántaro de Lebrija el aguaor de Los Ratones del maestro Rafael Franco; y don Pedro Gámez Laserna viene con la Banda Soria al completo estrenando una marcha que acaba de escribir don Pedro Braña y se llama «Coronación macarena»; y en el balcón del capiller canta La Marta una saeta de Rodríguez Buzón; y por los Altos Colegios va la centuria que manda El Melli; y de fiscal de paso con el Señor de Sevilla va El Vizconde, y Antonio Ordóñez en la Esperanza de Triana, y el solitario Joaquín Romero Murube va en La Soledad, y Juan Carrero en Las Penas, y Ramón Martín Cartaya en La O, y Juan Moya en Los Estudiantes, y Adolfo Cuéllar en la manigueta de la Virgen del Mayor Dolor en su Arenal, y Alfonso Carlos Fal de costalero con La Canina, y el niño Luisito Rodríguez Caso es el primer año que sale en la Quinta Angustia, primer tramo, mediasnoches de Ochoa al salir de la Catedral, y Luis Ortiz Muñoz está retratando la salida de su Amargura, y Luis Arenas está esperando al Cachorro en el atardecer del puente, y por otro puente, sin guadalquivires de pena, va Pepe Luis vestido de nazareno de San Bernardo llevando el cirio como un cartuchopescao de la gracia de Sevilla por la gracia de Dios, y Florencio Quintero pone frente a frente en el Arenal a una Reina de Sevilla y a otra Reina de Triana, y El Pali está en la calle Aduana empernacado en su silla, y como un moro de los que aprendieron a bailar por bulerías entre barbos en adobo de los bautizos de azotea, está esperando que pase por su puerta no el cadáver de su enemigo, sino de su amigo muerto, que Buena Muerte lo llaman… Y mientras Baquet entra de refresco, canta El Pali desde la Casa Ovidio de la memoria:
¿De quién es esa cuadrilla
que lleva a ese Cristo muerto?
Es del Gordo Penitente:
¡los hermanos costaleros!
Llevadlo sobre los pies,
que mañana en Adriano
mi Piedad del Baratillo
lo llevará entre sus manos…
Miro ahora este jarrillo de plata y el fiscal del paso del Nazareno del Valle, al verme, me hace la vieja reverencia del Versalles cofradiero, inclinando el morado capirote que vistió de niño Rafael Montesinos, y con la alabarda de su palermo da el maestro O´Kean un seco golpe en la tierra ardida de chorreones de cera de cirios. Y delante de la «Cruz de guía» de Manolito Sánchez del Arco, el Brigada Rafael viene tocando Los Campanilleros, y Farfán es el músico mayor de esa banda de un regimiento del cuartel del Duque que está tocando el cielo con las manos, porque está tocando la Estrella Sublime…
Estrella Sublime de ese Cielo adonde El Balilla nos revela que va a subir la Virgen de las Angustias con esta levantá delante de los Juzgados, cuando mucho mejor que el Cardenal Segura proclama el dogma de la Asunción según los costaleros de Sevilla: «¡Al Cielo con ella!».
Y a la misma hora, un mancebo macareno, de Torrijiano, está interpretando lo del ángel de la Anunciación, que como no era de aquí, aunque paraba en Los Grabieles, dijo en latín lo de «bienaventurada te llamarán todas las generaciones», lo cual, ante la Madre de Dios del Arco, entre un bosque de capirotes de viejos terciopelos verdes, se traduce en sevillano: «Guapa, guapa y guapa»
Y al contemplar este jarrillo de plata pasan penitentes antiguos con cadenas en los tobillos, como de presos del Pópulo del «Soleá dame la mano» en la saeta a la Esperanza, arrastrando bolas de hierro sobre los adoquines en que el sol de la tarde refleja en la calle Laraña la cruz de guía de los Estudiantes que el Nene Serrano retrata, y que Martínez de León dibuja al fondo del amigo del nazareno de Antonio Núñez Herrera. Y pasan Cigarreras por la calle San Fernando, porque sale la Virgen tocaya de una Reina de España que está en los palcos, de mantilla, tan guapa y tan inglesa, esperando que el republicano alfayate Fernando Santos venga a pedirle la venia para La Trinidad y que el Marqués de las Cabriolas llegue para convidarla a su caseta de Er 77. Y en este rebujito del tiempo vamos todos a San Gonzalo a ver una cofradía nueva, y en el Tirolínea la del Cura Botella, y en San Andrés la primera salida de la que han fundado los hoteleros, en la única plazoleta del mundo donde desde una de las cinco llagas de las cinco cruces del escudo del Silencio que se oye en la calle Francos, la mano muerta del Dios que creó esta belleza del atardecer se desangra en rosas de los rosales de Mañara. La mano que, como Pilatos no remató su jangá, creó la Semana Santa de Sevilla y al séptimo día descansó y se fue a resucitar en Castilleja de los Reyes, que es donde hay que resucitar.
Jarrillo de lata de los costaleros del muelle, de costales hechos con cobertores viejos de hambre, tuberculosis y corral, de la cuadrilla de Alfonso Borrero llevando a la mejor gente de la colla, de Manolo Bejarano enseñando a trianear a Sevilla, jarrillo querido, cercano, conocido, jarrillo que alivia la leña que por la Cuesta del Bacalao da la trasera de Los Caballos con Paquito Quesada y con El Carabreva, jarrillo que hace más leve la leña del palio del Dulce Nombre por la calle Capuchinas con aquel viejo patero de Triana que se llamaba Salvador y era el único penitente de Sevilla con macho en el capirote de su voz de hombre bragado…
No es un jarrillo… Es un hondo pozo el que ahora contemplo, aljibe de las viejas lluvias de las riadas, tamarguillos del recuerdo, guadairas de playa de María Trifulca. Pozo sin fondo de la memoria que con vuestra generosidad me entregáis. Para soñar, para remontar al alto cielo azul Hiniesta el pandero de la nostalgia. Como ese globo del Domingo de Ramos que se le escapa a un niño de las manos cuando La Paz viene por el Parque. Ese globo que sube a un cielo que huele a palmas nuevas y a almendras garrapiñadas es la vieja Sevilla de las Semanas Santas soñadas, que se nos escapan de las manos. Como el agua. Como el agua de un jarrillo. Latilla que el quinto evangelista, Sevilla misma, Sevilla mismo, convirtió gracias a vuestra generosidad en la plata inmortal de la memoria.
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